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Tras siete años de trabajo televisivo, el referente moderno Ti West volvió a la gran pantalla. Y de qué manera. Estrenando en salas y con un reparto encabezado por Mia Goth (La Cura del Bienestar), Brittany Snow (Prom Night) y Jenna Ortega (Scream 5) tres neo scream queens de aúpa, y una historia que explora un campo poco conocido en el mundo del cine de terror mainstream, no por el sexo, sino por la industria pornográfica y sus menesteres.

La película en sí es una oda al completo. Una carta de amor al género, estilos y directores de una época pasada que ya no volverá, o si lo hace, jamás será de la misma manera. El realizador de The House of the Devil se lo pasa en grande transportándonos a un universo setentero que se antoja un cruce entre La Matanza de Texas y Deep Throat, ¿qué podría salir mal? Un absoluto lujo que además acerca al espectador reminiscencias varias de las mejores cintas de Russ Meyer, Viernes 13, The Shinning y hasta alguna que otra monster movie.

Como viene siendo habitual, el director estadounidense se toma su tiempo en arrancar, y con razón, ya que va cocinando la historia entre momentos de total diversión en los que se va fraguando la tensión y la sensualidad digna del film. Una vez que la pantalla se tiñe de rojo por primera vez, ya no para. El concepto slasher en su estado más puro dirigido con firmeza y pulso, donde también se homenajea a nuestros clásicos homicidas enmascarados, a los que no les hacía falta correr para sembrar el terror y alcanzar a sus víctimas.

Plantea, entre toda la carnaza, un par de dilemas morales. Sobre los principios de los intérpretes que se dedican, o dedicaban en aquel entonces, a la industria del porno y si es posible comprender ese liberalismo entre trabajo y pareja, y el más interesante, el paso del tiempo. Dejar de sentirse deseado/a en la vejez y el resistirse a terminar de tener sexo o ser alabado por tu pareja u otros. Muy en la onda de The Taking of Deborah Logan, o más recientemente en la patria La Abuela, este aspecto es al final el desencadenante de la matanza, algo que a muchos les podrá parecer ilógico y cogido con pinzas, pero yo lo concibo como un relejo de la violencia de la sociedad actual, que utiliza cualquier supuesto motivo u o excusa para iniciar cualquier tipo de disputa.

West juega con el espectador a su antojo, pero no en el sentido peyorativo de la expresión, sino en el más divertido posible. Muestra sordidez, suciedad y lujuria como si de una peli Disney se tratara antes de que se desencadene el esperado bodycount. Consigue mantener el interés hasta en los momentos menos cool de la película, esa transición de la risa a la tragedia sin olvidarse jamás de seguir realizando “homenajes” que, pueden ser burdos o no, pero siempre serán románticos.

En resumidas cuentas, la Boogie Nights del cine de terror contemporáneo. Eficaz, sexy y aterradora a partes iguales. Esperando la secuela.