Si hay un título que lleva más de un año resonando por todos los festivales del mundo (de género y no tan de género) es el film que hoy nos ocupa y que, contra todo pronóstico, ha terminado siendo estrenado en la gran pantalla, aun de forma minoritaria.
Durante el resplandeciente verano nórdico, un grupo de niños revela sus oscuros y misteriosos poderes mientras los adultos no miran.
A simple vista, una propuesta oscura y original, que se disfraza de elevated horror y de cine de autor post-moderno, cuando en el fondo no deja de ser una cinta de horror convencional y con un argumento incluso B superheroico.
Cuidado, con todo esto no quiero decir que la película no sea buena, simplemente no una obra maestra o un clásico instantáneo como muchos ya han sentenciado. Se desarrolla de forma sofisticada y va revelando su particular horror muy poco a poco, convirtiéndose en un híbrido entre un fantástico infantil y un terror adulto, dadas sus altas dosis de elementos espeluznantes en muchas de sus secuencias clave.
Prevalece mucho más las interpretaciones de los jóvenes que su capacidad narrativa, que va derrapando durante todo el metraje, por lo que se apoya claramente en las emocionantes y sensacionales actuaciones de su elenco. Y se disfruta, e incluso llega a impactar en sus tramos finales, dejando un muy buen sabor de boca. Pero lo dicho, llegados al final no puedo dejar de tener la sensacion de que la historia como tal ya estaba más que vista, y su forma de llevarla a cabo, por visual que sea, emana a realizaciones de otras producciones del estilo, y muchas de ellas superiores.
En resumidas cuentas, niños con telequinesis, poderes, atmósferas insanas infantiles. Nada ue o hayamos visto ya en algún que otro anime o novelas de Stephen King. Aquí está hecho con mimo y pese a su disfraz, con amor al género.
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Los contextos bélicos son un buen caldo de cultivo para hacer grandes películas bélicas. Dentro de este género cabe destacar la presencia de las películas
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